sábado, 28 de septiembre de 2013

FAMILIA TE DOY UNA RECETA: LA CARICIA

RECETA FAMILIAR: LA CARICIA



Las caricias, las podemos definir como el arte de aprender a expresar estima, afecto, cariño, ternura, amor, amistad, cordialidad y simpatía a quienes nos rodean y entonces debemos preguntarnos cuál es el circulo más básico de relación y a esta pregunta responderemos: LA FAMILIA.

Dentro de la familia aprendemos las caricias y posteriormente las trasladamos al exterior a nuestros círculos sociales, laborales....
El término caricia lo tomamos prestado del Análisis Transacional. Eric Berne lo define como el estímulo intencional dirigido de una persona a otra y que implica reconocimiento y aceptación. Y qué mejor que la pareja, los hijos, los abuelos para dirigir estos estímulos.


 Caricia (Berne) puede emplearse de forma coloquial para definir todo acto que implica el reconocimiento de la presencia de otra persona. Por tanto, la caricia puede utilizarse como la unidad fundamental del acto social. Un intercambio de caricias constituye una transación, que es la unidad básica de todas las relaciones sociales.

El hambre de contacto físico, de palabras, de miradas, de gestos es equiparable al hambre de alimentos. Dice Berne que si no nos dan caricias, nuestra espina dorsal se secará. De ahí surgen en muchas ocasiones los conflictos familiares, la familia se resquebraja, no se comunica, se pierde el apetito entre los padres, entre padres-hijos, entre hermanos.

Todos dentro del círculo familiar necesitamos sentirnos reconocidos, valorados, apreciados y mantener contactos gratificantes con los otros. Cuantas veces no llegamos a casa después de una jornada agotadora y no recibimos palabra; cuantas veces no obtenemos una sonrisa; o cuantas veces no reconocemos las necesidades de nuestros hijos de un abrazo reconfortable tras una mala nota. Necesitamos, en resumidas cuentas, intercambiar caricias.

Las caricias pueden ser de varios tipos: verbales, físicas, gestuales, simbólicas. Algunas se nos dan mejor que otras, pero es conveniente practicas todas y que nuestro repertorio  sea lo más completo y variado posible.



Muchas veces nos preguntamos ¿cómo expreso afecto o reconocimiento? ¿tendré que sentirlo?. Esto es cierto pero también lo es que acostumbrarnos a manifestarlo o expresarlo ayuda a sentirlo.

El afecto familiar y personal se siente y se manifiesta a través de las palabras, los silencios, los gestos, las acciones, las complicidades. Lo importante es que en el hogar se respire, se palpe, se practique; un ambiente de hogar que este impregnado por los aromas del afecto es un hogar feliz y sus miembros desarrollaran y trasladarán esta felicidad al exterior. Cuantas veces nos encontramos con un amigo al salir de su casa que lleva la típica cara de felicidad y que todos detectamos, enseguida notaremos ese aroma de felicidad familiar.


Debemos, sin embargo, hacer una apreciación y aprendamos a distinguir las caricias de los sentimientos. Las caricias nacen de sentimientos y emociones y producen a su vez, una repercusión emocional agradable o desagradable en quien las recibe, pero no son lo mismo que una emoción o sentimiento.

El SENTIMIENTO tiene que ver con el “YO”; es algo referido a mí; puedo expresarlo o no y existe aunque no lo exprese. Ejemplos serían: “me gusta estar a tu lado”; “me encanta tu sonrisa”;  “la ternura del niño me relaja”.......
La CARICIA tiene que ver con el “TÚ”; es algo referido a ti; sólo es caricia si se da, si se transfiere.; existe solamente si se expresa. Ejemplos serían: “eres un encanto de esposa” (“TÚ”) “eres un hijo modélico” (“TÚ”); “sois lo más importante para mí” (“TÚ”).

Claro es que muchos sentimientos se convierten en caricias por el simple hecho de ser expresados: “te quiero” a “TI”; “te valoro hijo (a “TI”)   por tus notas”.....

Las caricias requieren para dar su resultado tiempo y dedicación; tienen que adecuarse a una medida; si damos caricias desmesuradas o en exceso pueden tener un efecto contrario y no resultar creíbles generando una sensación de deuda con el otro.

Según Berne, las caricias son necesarias para la supervivencia. Sin ellas enfermamos; nos debilitamos; se pueden considerar una medicina vital.

Interesante apreciación es la que nos ofrecen Claude Steiner y Paul Perry (La educación emocional) cuando nos dicen: “desdichadamente, las caricias no siempre fluyen libremente, ni siquiera entre las personas que se aman. Nuestra naturaleza básica pide abundantes caricias. Darlas y recibirlas debería ser sencillo y placentero....Proporcionarnos caricias es difícil.....No sólo es difícil dar caricias, sino que también es difícil recibirlas y aceptarlas. Y acariciarse uno mismo es, sin ninguna duda, un tabú”


La caricia no se ofrece a cambio de nada ni por nada especial que se haya hecho. Se da por el mero hecho de existir y por el puro placer de darla; sin embargo, somos poco dados a dar caricias. Lo normal es medirlas, tanto a los otros como a nosotros mismos. Cuanto ganaría la familia si aplicaramos lo anterior.

Algunos padres parece que en su vocabulario no tengan palabras de reconocimiento; las tienen y cómo es que no las pronuncian. Una de las respuestas sería por temer su repercusión, y ante la duda dejan pasar la oportunidad de dedicarle una caricia a su pareja, a su hijo/a o su padre/madre. Otras veces no las pronuncian por miedo al ridículo o a expresar emociones, y detrás de estas corazas volvemos a perder la oportunidad de acercarnos al otro, de reconocer su esfuerzo, su valor, su persona, su día a día.


 En nuestro dialogo interno nos descalificamos con frecuencia y darnos caricias positivas, ser asertivos con nosotros mismos, es muy importante para desarrollar un buen autoconcepto, generar confianza y adoptar una actitud plenamente asertiva en nuestra vida familiar.
 Otro aspecto importante es que a algunas personas les cuesta más recibir y aceptar caricias que ofrecerlas. Muchas veces creemos que aceptar una caricia es un acto de soberbia y en realidad es un acto de humildad. Agradecerlas implica reconocer que nos hacen falta y supone a la vez un acto de reconocimiento a la exquisitez o a la deferencia del otro.
 
Dice el refranero popular que “es de bien nacido ser agradecido”

De lo que no hay duda es de que el intercambio de caricias es una necesidad vital.


Apliquemos la metáfora de Covey de la “cuenta bancaria emocional” a las relaciones familiares.
Metáfora de la  “cuenta Bancaria emocional” de  Stephen R. Covey:


“ Si aumento mis depósitos en una cuenta bancaria emocional de la que hago a usted depositario, mediante la cortesía, la bondad, la honestidad, y mantengo mis compromisos con usted, yo constituyo una reserva. La confianza que usted tiene en mí crece y yo puedo apelar a esa confianza muchas veces...Incluso puedo equivocarme, y ese nivel de confianza, esa reserva emocional, compensará la diferencia. Puede que mi comunicación no sea clara, pero usted me entenderá de todos modos. Cuando la cuenta de confianza es alta, la comunicación es fácil, instantánea y efectiva. Pero si tengo la costumbre de mostrarme descortés e irrespetuoso, de interrumpirlo, de exteriorizar reacciones desmesuradas, de ignorarlo, de comportarme con arbitrariedad, de traicionar su confianza, de amenazarlo..... finalmente mi cuenta bancaria emocional quedará al descubierto”


Aprendamos de la anterior metáfora y hagamos una cuenta bancaria emocional familiar y vamos a mantenerla en positivo; si cae en números rojos los intereses que pagamos son excesivos y en muchas ocasiones si no somos capaces de regularizar nos generará graves problemas.