domingo, 4 de agosto de 2013

EL NIDO VACIO. SIGNIFICADO Y ENFOQUE.

EL SINDROME DEL NIDO VACIO. EL COACH UNA BUENA SOLUCIÓN


SIGNIFICADO:
 Para algunos padres, el momento de la emancipación del último hijo que vivía en el domicilio familiar es uno de los momentos de mayor vulnerabilidad, de mayor fragilidad desde el punto de vista psicológico, se pueden presentar desajustes emocionales y se plantea un período muy difícil para aquellas personas que han construido su proyecto vital sobre la base de una familia.
Los sentimientos que se desarrollan corresponden a una desadaptación, un mal afrontamiento de una situación social actual y que puede etiquetarse como un trastorno afectivo enmascarado, de características depresivas donde reinan los sentimientos de tristeza y de pérdida.

Las personas que lo padecen muchas veces no son conscientes de lo que les pasa y acuden a la consulta del médico por dolencias físicas, aunque suelen delatarse con expresiones como: “la casa está vacía“, “me falta algo“, “hay un silencio deshabitual“, etc.
El ser consciente de la situación es ya un paso hacia la adopción de medidas correctoras que supongan el correcto afrontamiento de la situación. Aunque suele decirse que es la mujer quien más lo padece, pues muchas han dedicado su vida en exclusividad a la maternidad y a la crianza de sus hijos, existen por supuesto multitud de casos, por diferentes motivos, en los que es el padre el más afectado.
SINTOMAS:
Para muchas personas mayores el alejamiento de los hijos al independizarse les hace reflexionar sobre su lugar propio en este mundo y sobre la validez de su aspiración vital. Es lo mismo que puede ocurrir a aquellas personas que se dedican a cuidar a un enfermo (familiar, padre o hermano) durante toda su vida y el día que éste fallece deja un vacío total en la existencia de su cuidador.

 El mayor tiempo libre con el que cuenta la persona en la nueva situación es vivido desde la anhedonia (incapacidad de disfrute) y desde la carencia de un papel sustitutivo inmediato que hace que aparezcan sentimientos de inutilidad.
  1. La persona que queda sola en el domicilio familiar experimenta sentimientos de soledad, una percepción súbita del paso de los años y la obligatoriedad de recuperar un papel de pareja que probablemente no se ha trabajado durante muchos años.
  2. Otro síntoma importante es la apatía, pues la persona que se queda en el domicilio familiar no se siente con ganas de comenzar ninguna nueva actividad ni se siente capaz de resolver situaciones.
  3. A menudo puede ocurrir que los padres den la sensación de querer inquietar a los hijos que se han marchado del hogar, creando una preocupación en ellos que es sin duda un reclamo de atención.

RESPUESTAS
Una buena consigna en este sentido sería intentar visualizar la nueva situación, en lugar de cómo una pérdida, como un periodo de creciente libertad y posibilidad de autodesarrollo. 


Además será bueno asumir que la relación entre los padres y los hijos que se han marchado de casa se convierte ahora en una relación entre adultos que puede resultar muy gratificante, aunque diferente al tipo de relación padres-hijos que han venido manteniendo durante los años de convivencia, pero igualmente sana y llena de respeto y cariño.
Para los padres que quedan en el domicilio familiar, éste sería un buen momento para realizar actividades que quedaron relegadas durante tantos años al priorizar el cuidado de los hijos. Ahora pueden aprender algo nuevo, dedicarse a un hobby, viajar, etc., dentro de las preferencias y posibilidades de cada persona. Es el momento de disfrutar quizás de mayor libertad en muchos sentidos y de asumir menos responsabilidades.
También es momento de recuperar las actividades en pareja que se han ido progresivamente dejando en un segundo plano a favor de los hijos. Muchos matrimonios aseguran sorprendidos que la relación entre ellos ha mejorado desde que se han quedado solos en el hogar familiar, pues no les ha resultado difícil recuperar lo que tuvieron en su momento, tiempo para disfrutar de la vida y de pasar tiempo en pareja.

Esto es lógico desde el punto de vista de que el nacimiento y la crianza de un hijo, aunque sin duda llena de satisfacción a la pareja, también añade estrés a la relación, al verse limitado el tiempo diario a las responsabilidades familiares y al ritmo frenético de las tareas domésticas, unido a las limitaciones económicas inevitables.
Una vez solos los padres, con mas tiempo para el dialogo y para ellos mismos, es posible una mejora en la cantidad y en la calidad del tiempo compartido. Resulta muy positivo que intercambien entre ellos sus pensamientos, pues verán que los sentimientos de soledad y de vacío que puede sentir cada uno de ellos se llevan mejor si son puestos en común y comentados con su pareja.
ENFOQUE OPTIMISTA:
En primer lugar, considero fundamental el hecho de que los padres se sientan orgullosos de la marcha del hogar familiar por parte de los hijos. Hoy en día y debido a múltiples factores, en su mayoría económicos y laborales, los jóvenes se encuentran con especiales dificultades a la hora de lograr una independencia del hogar familiar.
Los años de formación se amplían cada vez mas y progresivamente se tiende a una mayor exigencia por parte del mercado laboral, que en sus bolsas de trabajo solicitan ya de manera casi imprescindible el hecho de poseer una licenciatura, un master, hablar algún idioma además del nativo, poseer conocimientos de informática y además haber adquirido una experiencia laboral.
Parece sencillo de hacer, pero en realidad esto supone años y años de estudio y de esfuerzo económico por parte de la familia, pues los estudios superiores y de posgrado no resultan en absoluto asequibles para la mayoría de los estudiantes.
Así pues, ¿no resulta enormemente gratificante para una madre ver como su hijo ha adquirido la estabilidad necesaria como para independizarse? ¿No debe sentirse un padre orgulloso al ver a su hijo enfrentarse a la vida con los recursos que el mismo le ha podido proporcionar?

La vida es una sucesión de etapas y la emancipación de los hijos es una de las que mas se puede disfrutar si se observa desde un prisma positivo. Los hijos siempre van a necesitar a sus padres, buscarán su experiencia en forma de enseñanzas y de consejos, su cariño, su ayuda diaria, buscarán que sus padres les resuelvan tantas dudas que surgen cuando uno abandona el nido por primera vez…
Y para los padres que permanecen en el hogar familiar, tener la mente siempre activa y positiva, comenzar esas actividades que tantos años se han ido posponiendo, disfrutar de la pareja, de la tranquilidad, de viajar, del tiempo para uno mismo y para ayudar a otros que lo necesiten, pues esto ultimo es lo más gratificante del mundo…


LAS ETAPAS DEL DUELO.

El  Duelo: Etapas hacia la Superación de una Pérdida. Por Olga Sanz Psicogerontóloga


Cuando recibimos la noticia de que alguien muy cercano a nosotros acaba de fallecer, se disparan multitud de sentimientos y emociones, muchas de ellas a veces contradictorias y ocurre que debido al impacto de la noticia, esas emociones se confunden entre si y nos confunden a nosotros mismos, haciendo que el dolor sea extremo. La certeza de saber que no volveremos a hablar con esa persona nos hace sentir un profundo pesar, nos hacemos preguntas sin sentido y tratamos de encontrar respuestas en vano.
Como todas las emociones, las que surgen a raíz de un fallecimiento también son cambiantes y se puede trabajar en ellas para evitar que destruyan por completo nuestro día a día. El dolor ocasionado por la separación siempre va a estar ahí, de eso no hay duda, pero se trata de ajustar esa pieza llamada dolor y encajarla de una manera más saludable en el puzzle de nuestra vida.
El proceso en el que estas emociones van evolucionando se llama “proceso de duelo” y existen numerosas investigaciones sobre cómo funciona dicho proceso en el ser humano. Evidentemente no supone un esquema rígido e inequívoco, sino que es mas bien una sucesión de fases por las que la persona suele ir pasando cuando su organismo trata de adaptarse a la nueva circunstancia.
Se habla de elaboración del duelo cuando ya se acepta la pérdida como algo natural y el recordar no causa un dolor extremo. El expresar abiertamente la pena que se siente resulta algo positivo y deseable y supone una buena salida psicológica en términos de la elaboración del proceso de duelo. Como todo proceso, el duelo cursa diferentes etapas y en general, la mayoría de los estudios coinciden en que el duelo se desarrolla en cuatro etapas dinámicas:
1. “Incredulidad, impacto, perplejidad o Shock”: Esta etapa se inicia cuando nos enfrentamos por primera vez a la noticia de la muerte. La sensación de desconcierto es profunda. Puede prolongarse desde minutos, días y hasta seis meses. La persona que acaba de recibir la información se intenta defender del impacto de la noticia, se enfrenta a una realidad que no logra comprender y que capta toda su atención, por lo que el consuelo de los demás, en este momento, no será bien recibido en general. Experimenta sentimientos de pena y dolor, incredulidad y confusión. También es común presentar en esta fase trastornos del apetito por defecto o por exceso, así como nauseas e insomnio.
Es una fase de negación, confusión absoluta, la persona se siente paralizada y tiene el deseo de salir corriendo hacia un lugar donde esto no esté pasando, cree en la fantasía de despertar y que todo haya sido un sueño. Es la propia persona que está sufriendo el dolor por la pérdida quien debe verificar y confrontar la realidad. No debemos sobreproteger a esa persona y dárselo todo hecho, pero no hay que forzarle a realizar actividades que no quiere realizar, ni tampoco hay que dejarle en un reposo absoluto por un tiempo prolongado. Cuanto menos dure esta etapa, más saludable será el duelo.
Para ayudar a una persona que se encuentra en este primer momento podemos intentar que tome pequeñas decisiones y que se involucre en conversaciones. Se trata de colaborar, en la medida de la posible, en que la persona salga progresivamente del shock en el que se encuentra inmersa y comience a ver la realidad a la que debe enfrentarse.
2. “Rabia y Culpa”: Es común que la persona sienta una angustia intensa, acompañada de un desorden emocional. La muerte ya ha sido aceptada como un hecho real. Comienza un proceso de búsqueda de quien ya no está y se empiezan a expresar los sentimientos. La persona que sufre, en este momento, suele realizar grandes esfuerzos por tomar contacto con el fallecido pues la añoranza está muy presente.
A menudo ocurre que los sentimientos que se desencadenan no son de naturaleza positiva, pues se siente culpa por no haber pasado más tiempo con la persona que se ha ido, por no haber hablado con ella de algo en concreto, por no haberse despedido de una forma más íntima, etc. En esta fase es muy importante que se hable mucho con la persona en duelo, fomentar que se exprese y se desahogue, que se le facilite la palabra para que veamos cómo se siente y qué cosas necesita decir.
En terapia de duelo se utiliza mucho el recurso de invitar a la persona a escribir una carta dirigida a su ser querido que ya no está, una carta en la que abra su corazón y detalle sus sentimientos, diga todo lo que le hubiera gustado decir, se disculpe por las cosas que quedaron pendientes en caso de que existan y recuerde los acontecimientos mas bonitos que vivió junto a ella.
3. “Desorganización del Mundo, Desesperación y Retraimiento”: Se le llama la etapa de verdadera tristeza. Esta etapa, en muchos casos, puede durar hasta dos años. Se intensifica la pena y el llanto. Surgen los sentimientos de culpabilidad, resentimiento, soledad, añoranza y auto reproche. El resentimiento impide la readaptación a la nueva realidad y se tienen comportamientos o conductas no meditadas.

Es habitual en estos momentos del proceso de duelo soñar con el fallecido, retirarse socialmente, los suspiros constantes, la hiperactividad y algunas conductas como frecuentar los mismos lugares que visitaba la persona fallecida. Se perciben sensaciones físicas, como el estómago vacío, hipersensibilidad a los ruidos, vivencias de despersonalización, sensación de ahogo y cansancio. También ocurren pensamientos de preocupación, presencia del fallecido, alucinaciones visuales y auditivas, los sentimientos de indefensión se vuelven más intensos.
4. Reestructuración del mundo, Reorganización y Aceptación”. La reestructuración puede durar incluso algunos años. La persona toma conciencia de la pérdida, acepta el vacío y lo incorpora como una ausencia presente. Reaparece la paz y el sentido de vivir y se atenúan las emociones y sentimientos. Vuelve a sentir la calidez de quienes le rodean. Comienza a tener una visión más realista del ser perdido, sin idealizar tanto ni tener tan presentes los recuerdos que implican culpa o reproches. Tiene como consecuencia el establecimiento de nuevas relaciones.
¿Cuál es el tratamiento para avanzar en el proceso e intentar superar la pérdida de un ser querido?: El tratamiento no consiste en una sucesión de etapas estáticas por las que pasa la persona de forma pasiva y que simplemente van sucediendo y sobre las que no se tiene ningún control, sino que existen una serie de tareas que las personas deben esforzarse en acabar y para lo que la ayuda psicológica puede ser de gran utilidad.
Es decir, el proceso de duelo posee tareas, las cuales deben llevarse a buen término para desencadenar una buena elaboración de éste:
- Se debe aceptar primero la realidad de la pérdida, intentar salir del shock inicial, hacernos las preguntas del tipo “¿ha ocurrido de verdad?”, “¿por qué a mí?” hasta que dejen de tener sentido para nosotros.
- Luego hay que trabajar las emociones y expresar el dolor profundo, experimentar en el mas amplio sentido las emociones vinculadas a la pérdida, identificar las emociones que siento: he tenido una pérdida, “¿Qué siento? ¿Estoy triste? ¿Por qué estoy triste exactamente? “… o quizás me siento culpable por algo”. Se trata de dedicar tiempo al dialogo interior.

Muchas personas que se enfrentan a una pérdida lo que hacen es enseguida tratar de retomar su vida con toda la intensidad de antes, ocultan sus sentimientos incluso a si mismos y se activan en exceso para continuar como si nada hubiese ocurrido y esto es un error. Debemos dedicar tiempo a permanecer en silencio y explorar nuestro interior, tratando de dar salida a esas emociones que están en nosotros.
Después hay que intentar ajustarse al medio que nos rodea sin la persona que ya no está, en el sentido de construir una nueva vida estable y satisfactoria, debemos intentar volver a valernos por nosotros mismos, igual que hacíamos antes.
Finalmente hay que esforzarse en crear y establecer nuevas relaciones, trabajar en recuperar la capacidad de trazar nuevos vínculos, profundos y satisfactorios. No consiste en “renunciar” ni “olvidar” al fallecido, significa encontrar un lugar para él en nuestra vida emocional, que nos permita seguir viviendo de manera eficaz en el mundo.
Los duelos patológicos se producen cuando las tareas del proceso no han sido vividas y finalizadas, cuando el modo de afrontamiento de una persona consiste en “hacer como si nada hubiera pasado”, “esforzarme en olvidar cuanto antes” de un día para otro y comportarse con absoluta normalidad desde el día siguiente, pues bien, desde un punto de visto psicológico este “modus operandi” no resulta saludable en absoluto y lo que nos encontramos en terapia a menudo es a personas que, habiendo pasado años desde que sufrieron una perdida importante, de repente relatan que están sintiendo que en su vida algo no encaja, que tienen llantos espontáneos e intensos y una sensación de vacío enorme, ansiedad y problemas de alimentación y sueño.
Estas personas necesitan dar salida a esas emociones aunque sea años después, los duelos patológicos se pueden tratar también y evitar o minimizar que la persona viva con esa carga emocional tan fuerte y tan arraigada.
Algunos consejos para momentos difíciles: Justo después de sufrir una pérdida se suelen tomar decisiones muy drásticas, sin pensar, y suelen ser decisiones erróneas, muy pasionales, es mejor esperar un tiempo antes de decidir nada.
Cuando alguien te cuenta que acaba de sufrir una pérdida y te detalla su caso, se le puede agradecer su sinceridad, eso le reconfortará.
Si lo que está ocurriendo es que esa persona te está diciendo que siente la necesidad de hablar de su pérdida, pon atención para oír lo que te dice, mas allá de las palabras, céntrate en sus verdaderas necesidades en ese momento. Atiende a su comunicación no verbal, el lenguaje del cuerpo, observa la energía de la persona, sus sentimientos y el grado de congruencia externa.
En las primeras fases de shock, ¿es bueno tomar pastillas para dormir?: Quizás solo unos días, las pastillas nos impiden soñar y los sueños facilitan el proceso del duelo.
No hay nada más recomendable en estos casos que compartir el dolor con nuestros familiares y amigos, reunirnos con ellos y recordar a la persona ausente con cariño, relatando los acontecimientos más cálidos y creando nuevos momentos entrañables.
Hay una expresión popular que dice que el dolor compartido es menos dolor, pues bien, como en mi opinión no se trata de reducir el dolor sino de sentirlo, respetarlo y elaborarlo, yo diría que “el dolor compartido es mejor dolor”, pues nos une más a los nuestros y nos ayuda a elaborar nuestro propio proceso interno


EL APRENDIZAJE EN LAS PERSONAS MAYORES

Capacidad de Aprendizaje en las Personas Mayores

La psicogerontóloga  Olga Sanz, nos explica este interesante tema, el cual está en total relación con el envejecimiento activo.


El aprendizaje en la vejez tiene una relación muy fuerte con la motivación que la persona mayor tenga para iniciar una tarea, desarrollar un proyecto o profundizar en un tema. La La capacidad de aprendizaje que tiene cada individuo está directamente relacionada con su capacidad intelectual y otros factores, entre los cuales destacan los motivacionales. Existen en la actualidad demasiados tópicos, sin duda erróneos, sobre el envejecimiento y uno de estos tópicos es que al alcanzar una cierta edad una persona es “demasiado mayor para aprender”. Esta sentencia carece de total sentido, más aún cuando la persona tiene menos de 60 años, pero ¿Qué ocurre con las personas mayores de sesenta años?
Sucede que su capacidad de aprendizaje continúa siendo realmente amplia, sobre todo si también se mantienen amplios los factores motivacionales de que cada uno dispone.

Es posible, sin ninguna duda, aprender la misma clase de conocimientos y habilidades a los sesenta y cinco años que a los dieciocho. Hay factores, no obstante, que pueden influir en que se dé un detrimento en el rendimiento de la persona mayor, como por ejemplo la disminución de la agudeza sensorial (hipoacusia, déficit de la visión, mayor fatigabilidad, etc); pero ninguno de estos factores están directamente relacionados con la disminución en la capacidad de aprendizaje.
Es decir, existen por supuesto ciertas facultades mentales que sufren el paso del tiempo, como la memoria, la capacidad de concentración y la agilidad mental, pero son facultades que pueden compensarse, por ejemplo, con una alta motivación y un gran interés hacia la tarea.
¿Qué es la motivación y por qué es tan importante?: La motivación es el deseo constante de superación. La motivación es intrínseca cuando la persona fija su interés en el hecho de realizar una actividad por el placer y la satisfacción que experimenta mientras aprende, explora o trata de entender algo nuevo.
De hecho, diversos estudios al respecto han demostrado que las personas de edad avanzada son capaces de obtener niveles de conocimiento iguales o mayores que los de las personas más jóvenes si disponen de una alta motivación para ello.
Se ha visto que un factor definitivo y concluyente parece ser el uso de estrategias de aprendizaje diferentes para las personas mayores, como por ejemplo el hecho de no tener tanto en cuenta la rapidez en la tarea, sino la calidad y el propio disfrute de la misma.

Así pues, resulta maravilloso ver como una persona mayor estudia con mucho interés y constancia una lengua extranjera, o es capaz de interesarse apasionadamente por áreas tan variadas como la teología, o en el deporte (no solo físico sino también mental , como el ajedrez), la historia, la música, la pintura, la geografía, el bricolaje, la cerámica, el turismo, etc.
Es responsabilidad de todos fomentar que nuestros mayores realicen estas y otras actividades, pues es bien sabido que una de las mejores formas de envejecer consiste en iniciar el aprendizaje de una nueva tarea que abra la curiosidad hacia otros horizontes.
Interesarse por aprender cosas nuevas en esta edad es el mejor modo sin duda alguna de luchar contra los sentimientos de soledad y contra el aislamiento; es la forma de demostrarse a uno mismo que aún queda mucho por hacer y que la finalidad de sus actividades ya no están, por suerte, en la obligación de aprobar una asignatura o en la necesidad de sacar unas oposiciones o de obtener un ascenso, sino en el propio “saber por saber”, en el disfrute de “aprender porque disfruto aprendiendo, porque me interesa esta actividad de forma personal”.
La participación activa en actividades culturales resulta fundamental para mantener una buena capacidad intelectual. La mente debe ser ejercitada del mismo modo que el cuerpo. La inteligencia de una persona no se detiene a ninguna edad determinada. Factores individuales como la creatividad y la curiosidad del ser humano pueden y deben seguir desarrollándose siempre.
Diversos estudios realizados con personas mayores han puesto de manifiesto que si la persona se rodea de un ambiente estimulante y tiene a su alcance la posibilidad de realizar actividades que resulten de su agrado e interés, es posible y muy probable no solo que aumenten sus facultades cognitivas (mentales) sino que aumente también el sentimiento de gratificación personal y con él la calidad de vida percibida.
No existe ninguna duda de que la inactividad física provoca enfermedades y rigideces musculares que conllevan a un rápido deterioro del organismo. Esta realidad no se limita sólo al cuerpo, sino también y con una gran magnitud a las capacidades mentales.
Consecuentemente, la educación y la formación no debe tener límite de edad, debe ser permanente, ya que es una realidad que a cualquier edad el ser humano se siente gratificado por el conocimiento “per se”, por el propio enriquecimiento personal que le aporta interesarse por una materia y exprimir de ella todo el contenido posible.
Como dijo una vez un sabio “lo interesante del viaje no está en la llegada sino en el propio camino”…