lunes, 28 de octubre de 2013

LIMITES CON RESPETO

ESTABLEZCAMOS LOS LÍMITES CON RESPETO A LOS NIÑOS


El tema de la disciplina, los límites y la obediencia sin duda nos trae de cabeza a los padres. En nuestro día a día en la consulta nos encontramos con este tema continuamente. Es habitual afirmaciones como  si antes no ocurría esto, que los niños no obedecen, que si en nuestros tiempos no era así…


Me gustaría dice Raquel Huescar poder realizar una reflexión cuidadosa sobre la disciplina. Se me ocurren mil preguntas, ¿nuestras expectativas son ajustadas con respecto a los niños, a lo que son capaces de hacer o no? ¿realmente un niño puede “obedecer” a los padres a pies juntillas? ¿Y sería positivo para su desarrollo? ¿Los límites son necesarios? ¿Cómo establecerlos de forma razonable? Un sinfín de preguntas a las que vamos a intentar responder desde nuestra posición. Agradecemos tus comentarios si no estás de acuerdo y, por supuesto, también si lo estás: 

1)   Los niños necesitan un entorno predecible, en el que se incluyan rutinas. Pues bien, la mayoría de comportamientos como rabietas o negativismo se pueden PREVENIR. Es importante saber qué puede y qué no puede hacer un niño según la edad. Un niño de dos años por ejemplo, podrá estar sentado poco tiempo. Por su nivel de desarrollo necesita movimiento, exploración… Su atención es limitada. Por lo tanto, imaginaos, que lo llevo al cine. ¿Qué ocurrirá? ¿Es desobediente? Evidentemente no, es que no está preparado para esa actividad.  O cuando de repente recojo a mi hija y la llevo toda la tarde de compras al centro comercial, sin dejar que se pare en el parque, ¿pero cómo no va a protestar? Todos tenemos obligaciones que hacer, pero a veces no somos conscientes de la cantidad de cosas que le pedimos a los niños sin estar preparados para ello.

2)   ¿Aprendemos con los castigos? Pues fíjate, lo que nos hace aprender son las CONSECUENCIAS DE NUESTROS COMPORTAMIENTOS  Fíjate, vamos a pensarlo con calma. La vida une determinados comportamientos de forma natural con otros. Hay cosas que hago que me hacen sentir bien y otras, por el contrario, no acaban del todo por gustarme, lo que produce que tienda a repetir o no, que aprenda. Pues bien, si hemos establecido ciertas rutinas, el hecho de experimentar de forma natural que “si no cumplo esto me quedo sin esto otro” “si hago esto obtengo esto otro de forma natural” es mucho más efectivo y tiene menos consecuencias emocionales negativas que los castigos. A mi hija por ejemplo le chiflan los cuentos, podría estar horas y horas con ellos. Después de cenar siempre nos sentamos con varios para leérselos. Y después va a la cama y toma su vaso de leche. Le encanta esta rutina. Pues bien, cuando se niega a cenar porque la comida no le gusta del todo, o de repente está más alterada y no quiere sentarse, sabe que con tranquilidad (muy importante estar calmados para esto) irá a la cama sin cuento ni leche. Creedme, es muy efectivo. Al fin y al cabo, la vida es limitación. Es condición de la vida para todos, para los niños también. La mayoría de las normas claras y razonables sirven para proteger y mantener un entorno relajado, así que los niños se verán beneficiados y les ofrecerá SEGURIDAD. Os recomiendo un magnífico libro de Rebeca Wild, Libertad y límites. Amor y respeto; donde podréis aprender muchísimo de la importancia de este tema.

3)   LA IMPORTANCIA DEL TONO DE VOZ Y LA EXPRESIÓN. Muchas familias acaban chillando todo el día detrás del niño (que recojas, ven aquí, no te distraigas, que te manchas, ponte a estudiar… Os suena, ¿eh? Utilizar un tono de voz adecuado es fundamental, SERIO, pero no enfadado, FIRME, pero en tono de voz bajo, sin gritar. ¿Y qué pasa si protesta o llora? Pues déjalo que lo haga, está en todo su derecho a expresar sus emociones ante las consecuencias. En el ejemplo que os puse antes, cuando a un niño se le dice con calma, no pasa nada cariño, no cenes (o has tirado el plato), vete a la cama sin cuento ni leche… Es muy posible que proteste, ¡pues claro! Permítele hacerlo, está en su derecho y lo necesita. Poco a poco irá canalizando esas emociones, identificándolas, poniéndoles nombre e intentando calmarse. Sería poco respetuoso e inefectivo  reprenderle en ese momento. Ten en cuenta también que cada uno lo hará con su propio estilo de personalidad y de paternidad.
4)   NUESTRO AMOR ES INCONDICIONAL. Y eso hay que dejarlo claro. No podemos jugar a que ya no te quiero si haces, si no lo haces como yo digo entonces no te quiero, me enfado y no te quiero porque haces esto así o asá. El riesgo es que nuestros hijos crezcan con una baja autoestima, resentimiento y vergüenza.
Pero fijaos, algo más sobre esto. A los hijos no hay que enseñarlos a cómo pensar y no tanto a qué pensar. En los años 60 Milgram en la universidad de Yale realizó un experimento sobre la obediencia a la autoridad. Sería largo de explicar pero los resultados fueron sorprendentes. La mayoría de las personas que participaron fueron capaces de infringir dolor a otras personas (era simulado a través de descargas eléctricas, aunque ellos no lo sabían) porque una persona que parecía muy importante se lo demandaba. Incluso la simulación en algunos casos les llevaba a la muerte. ¿Es lo que queremos para nuestros hijos? ¿Queremos que se conviertan en adultos sumisos o en personas asertivas capaces de defender sus opiniones? Ser un niño/a de los llamados “bueninos”, que no dan que hacer, que parece que no están, que se adaptan… ha de hacerte pensar si están ocupando en exceso el papel que nosotros como padres esperamos de ellos y no tanto su verdadera personalidad como hijos.


Lo que los niños necesitan de nosotros son límites claros (pocos y bien definidos), expectativas realistas y cierta libertad de movimientos que les permita explorar, experimentar… vivir. Les ayudará a formarse como personas capaces de pensar y formar sus propias opiniones.

domingo, 6 de octubre de 2013

CONDUCTA ADOLESCENTE-FAMILIA-BARRIO-ESCUELA

CONDUCTA ADOLESCENTE-FAMILIA-BARRIO-ESCUELA



En mi trabajo como Coach de Familia he ido observando la importancia del entorno geográfico dónde se mueve el adolescente  y su familia; la importancia de su conocimiento a la hora de resolver los problemas y conflictos que se generan en el ámbito familiar, individual, escolar o social del Adolescente.
En el trabajo con adolescentes conflictivos, de entre 12-17 años (en algunos casos hasta los 21 años) mi trabajo se inicia con una introspección de la familia en general (padres, hermanos, abuelos). Una vez observado y reflexionado sobre las fortalezas y debilidades de la familia, debo de acudir a adentrarme en las características socio-demográficas de los grupos en que se integra el adolescente, para terminar en el aula como tercer factor determinante de su conducta.
Mi trabajo, por tanto como entrenador familiar lo dirijo hacia las tres unidades de desarrollo del niño o adolescente:
- La Familia como entorno primario.
- El Barrio como entorno socio-demográfico.
- El colegio como entorno educativo.
En el periodo de la adolescencia, momento en que se comienza a salir del nido, el individuo comienza a desarrollar su actividad social y acude al barrio donde habita y están sus amistades comenzando a identificarse con el grupo.
La labor del Coach de familia debe de salirse del concreto círculo familiar y moverse en el entorno social del joven.


Es interesante que el Coach de Familia y personal trabaje con los centros sociales de los barrios para tratar y desarrollar dinámicas y talleres para jóvenes y padres, conocer sus objetivos, sus motivaciones, inculcarles valores, hacer que aumenten su autoestima, que sean mejores hijos, vecinos, compañeros, personas más felices en definitiva. Que descubran en grupo sus creencias limitantes, sus debilidades y fortalezas.............................
Enrique Gracia, María C. Fuentes y Fernando García (Universidad de Valencia – España) en su artículo-estudio sobre “Barrios de Riesgo, Estilos de Socialización Parental y Problemas de Conducta en Adolescentes”  llegan a las siguientes conclusiones en su trabajo: “Este artículo tiene como objetivo analizar la influencia de los estilos parentales de socialización (autoritario, autorizativo, indulgente y negligente) y el nivel de riesgo percibido en el barrio en tres indicadores de problemas de conducta en la adolescencia (conducta escolar disruptiva, delincuencia y consumo de sustancias). La muestra está compuesta por 1.017 adolescentes, con edades comprendidas entre los 12 y 17 años. Los resultados obtenidos a partir de cuatro diseños factoriales multivariados revelaron únicamente efectos principales de los estilos parentales y del nivel de riesgo percibido en el barrio. Los adolescentes de padres indulgentes y autorizativos presentaron menores problemas de conducta que los hijos de padres autoritarios y negligentes. Asimismo, los mayores niveles de riesgo percibido en el barrio se asociaron significativamente a un mayor número de problemas conductuales. No se observaron efectos de interacción significativos entre los estilos parentales y la percepción de riesgo en el barrio, aunque sí se obtuvo una interacción significativa entre la percepción de riesgo y el sexo. En general, los resultados obtenidos no permiten afirmar que los estilos de socialización sean más efectivos en unas condiciones de riesgo que en otras, y sugieren que los entornos residenciales de riesgo influyen negativamente en el ajuste psicosocial de los adolescentes más allá de la influencia de los estilos parentales de socialización”.



Mi trabajo de campo con familias, de entrenador de familias y estando totalmente de acuerdo con el anterior trabajo, estracto las siguientes conclusiones que muchos podemos hacer como nuestras al observar nuestro entorno. Voy a analizar los efectos principales y de interacción de los estilos parentales de socialización y del riesgo percibido en el barrio en tres indicadores de problemas de conducta en la adolescencia (conducta escolar disruptiva (indisciplina), delincuencia y consumo de sustancias). Para evaluar la conducta parental se utiliza el modelo de socialización de dos dimensiones y cuatro tipologías (autoritario, autorizativo, indulgente y negligente). Asimismo, para la evaluación del nivel de riesgo en el barrio, se utiliza una perspectiva subjetiva basada en las percepciones de los adolescentes.
Pretendo responder principalmente a dos preguntas:
1.-¿son los vecindarios de riesgo y los estilos parentales de socialización predictores independientes del ajuste conductual de los adolescentes, o son los estilos parentales una variable mediadora de la influencia de los vecindarios de riesgo en el ajuste conductual?;
2 ¿es la percepción de riesgo en el barrio una variable moderadora de la relación entre los estilos parentales y el ajuste óptimo de los adolescentes? En otros términos, ¿son algunos estilos parentales mejores en un tipo de barrio que en otro dependiendo de su nivel de riesgo? (que el estilo autoritario se asociará con mejores resultados de la socialización en un barrio de alto riesgo, pero no en uno de bajo riesgo).
Para estudiar estas relaciones, hay que tener en cuenta un conjunto de variables socio-demográficas:
- edad de los adolescentes,

- sexo,
- estructura familiar y
- nivel educativo de los padres
que son potencialmente relevantes.
Así, por ejemplo, se ha considerado que la influencia de las características de los barrios se produce a través de su influencia en la conducta parental durante la infancia y que sus efectos son más directos a medida que se incrementa la edad, al ser mayor la exposición a las características negativas de los barrios como la violencia o delincuencia.
En este sentido, el rango de edad (edades comprendidas entre los 12 y los 17 años), permite explorar las posibles diferencias entre la adolescencia temprana y tardía. El género también puede afectar a las influencias de las características de los barrios en la conducta. Sin embargo, no puede asumirse que esta influencia afecte de la misma manera a los chicos que a las chicas -el efecto de la influencia del barrio parece ser mayor para los chicos-. La posibilidad de diferencias en la conducta parental entre chicos y chicas en barrios con mayor riesgo, reduce la exposición a factores negativos de las chicas e incrementando la de los chicos.
También hay que tener en cuenta la estructura familiar (padres biológicos, otras estructuras) y el nivel educativo de los padres, puesto que pueden estar asociadas a la disponibilidad de recursos en la familia. Un número mayor de recursos puede ayudar a proteger a los adolescentes de las influencias negativas de los vecindarios, determinando, por ejemplo, el barrio de residencia e influyendo, por tanto, en la percepción de riesgo.

Con respecto a la primera pregunta, señalar la importante influencia de los vecindarios de riesgo, en los problemas de conducta en la adolescencia. Las características de los vecindarios influyen en diversos ámbitos del ajuste psicosocial de los adolescentes (bien a través de su influencia en las familias, o de forma directa través de la exposición a factores como la violencia en el barrio). Aunque un conjunto de estudios sugieren que la influencia de los vecindarios de riesgo en el ajuste psicosocial se produce principalmente a través de su impacto en la conducta parental soy de la opinión de que tanto los vecindarios de riesgo, como los estilos parentales, contribuyen de forma independiente al desarrollo de los problemas de conducta en la adolescencia.


Con respecto a la influencia de los estilos parentales en el ajuste conductual de los hijos adolescentes, existe un amplio acuerdo en subrayar la centralidad de las variables familiares en el desarrollo psicosocial de los hijos y, en concreto, existe una extensa literatura sobre la influencia de los estilos parentales en los problemas de conducta de los hijos, así como en otras áreas del desarrollo psicosocial.
Destacar el hecho de que los adolescentes que definen a sus padres como indulgentes o autorizativos fueron los que presentaron menores problemas de conducta, mientras que los hijos de padres autoritarios o negligentes son los que presentaron mayores problemas conductuales.
El efecto negativo de los barrios de riesgo no se produciría a través de su influencia en los estilos parentales (según un modelo mediador), sino que es independiente de los mismos.
La respuesta a la segunda pregunta que planteaba no permite afirmar que algunos estilos de socialización sean más efectivos en unas condiciones de riesgo que en otras. Es decir, el hecho de que los estilos autorizativo e indulgente se relacionen con niveles más bajos de problemas conductuales, y que los estilos autoritario y negligente se relacionen con los niveles más elevados en los tres indicadores de problemas conductuales (conducta escolar disruptiva, delincuencia y consumo de sustancias), no cambia en función del riesgo percibido en el barrio. En otros términos, los estilos parentales óptimos lo son independientemente de los niveles de riesgo percibidos en el barrio de residencia. Si bien la relación entre los estilos parentales y el ajuste se mantiene independientemente de las condiciones de riesgo en el barrio de residencia, también es cierto que el riesgo percibido en el barrio influye negativamente en el ajuste del adolescente independientemente de los estilos de socialización de sus padres. En este sentido, podemos considerar que, especialmente para los adolescentes con padres autoritarios y negligentes que tienen un peor ajuste, las condiciones desfavorables en el barrio de residencia, debido a su influencia independiente y negativa en el ajuste, añade un factor de riesgo adicional. Por otra parte, también podría considerarse que en un contexto residencial con altos niveles de riesgo percibido, los adolescentes con padres autorizativos e indulgentes, a pesar de mostrar un mayor ajuste en comparación con los estilos autoritario y negligente, se encontrarían en una situación de desventaja con respecto a aquellos adolescentes con padres autorizativos e indulgentes pero con bajos niveles de riesgo percibido en el vecindario. Es decir, también para estos adolescentes, en condiciones óptimas en términos de estilos parentales (estilos indulgente y autorizativo), las condiciones negativas del barrio de residencia añadenan un factor de riesgo.



En relación con la influencia potencial de las variables socio-demográficas en las relaciones entre estilo parentales, riesgo percibido en el vecindario y problemas de conducta, es importante observar la interacción entre las variables sexo y riesgo percibido en el barrio. Los chicos que percibían un mayor nivel de riesgo en su barrio desarrollan más los tres indicadores de problemas de conducta:
-  conducta disruptiva en el aula,
- delincuencia y
- consumo de drogas.

Sin embargo, esto se observa en menor medida en las chicas. Aunque las chicas adolescentes expresan en general un menor número de problemas de conducta que los chicos, la influencia del riesgo percibido en el vecindario no es la misma para los chicos que para las chicas. Es más probable que un entorno residencial problemático impacte de forma más negativa en los chicos que en las chicas. Una posible explicación a esta relación es que los chicos tienden a tener más compañeros de juego en el vecindario, tienden a jugar más fuera de casa y se sienten más identificados con el barrio donde residen.
Una de las causas de estas diferencias chicos-chicas puede encontrarse en  el hecho de que los padres traten de forma diferente a los hijos y a las hijas, o bien, según el nivel de riesgo percibido, traten de forma diferencial a los chicos y a las chicas. Otra explicación podría encontrarse, en el contexto del retraso generalizado en la aparición de problemas de conducta en las chicas, con respecto a los chicos, propuesto por Frick. Estos son aspectos que merecen, no obstante, una mayor atención puesto que los mecanismos que explican estas diferencias de género son todavía poco comprendidos.
Con respecto a las demás variables socio-demográficas se observan unos mayores niveles de problemas de conducta entre los adolescentes de mayor edad, así como entre los adolescentes cuyos padres tienen un menor nivel educativo. Con respecto a la estructura familiar se observa un mayor nivel de conductas disruptivas en el aula entre los adolescentes que no viven con ambos padres biológicos.
Habrá que centrarse en las condiciones de riesgo en el barrio evaluadas a partir de las percepciones de los adolescentes de la presencia de diversas conductas violentas en el barrio (discusiones violentas, peleas entre bandas, agresiones sexuales o asaltos a casas), y se observa cómo una elevada percepción de riesgo se relacionaba con mayores problemas de conducta. Los efectos de la exposición a la violencia en el barrio de residencia afectan a los niños y adolescentes a través de diversos procesos que se pueden sintetizar en seis:
- alteración del desarrollo de la empatía hacia los otros,
- un incremento en la frustración y la ira al carecer de control sobre estos eventos estresantes,

- el aprendizaje de nuevas conductas agresivas o violentas,
- la aceptación de la agresión como una recurso habitual para la resolución de problemas,
- la facilitación de la desinhibición de las respuestas violentas, y
- promoviendo una desensibilización generalizada hacia las consecuencias de las conductas antisociales.
Más allá de estos posibles mecanismos explicativos, el corpus teórico acumulado en la larga tradición de investigación sobre los efectos del barrio de residencia en el ajuste psicosocial de niños y adolescentes ofrece diversos modelos teóricos explicativos del efecto de las condiciones negativas de los barrios de residencia en el ajuste psicosocial de niños y adolescentes.
En general, los resultados obtenidos en los estudios sobre el tema, subrayan el hecho de que más allá de la influencia de variables individuales (sexo, edad, nivel educativo de los padres), y familiares (estilos parentales de socialización), las características de los entornos residenciales que rodean a las familias (el nivel de riesgo percibido en el barrio) constituyen asimismo un importante factor en el desarrollo y ajuste de los adolescentes.
 En este sentido, tenemos que trabajar en dos ámbitos:
-  la socialización parental y
- los efectos de las características de los vecindarios.
Desde el punto de vista de las implicaciones para la intervención, estos resultados apoyan la idea de que en un período fundamental del desarrollo humano como es la adolescencia, además de la importancia que tienen las estrategias de intervención para reducir los factores de riesgo del desarrollo psicosocial en el nivel individual y familiar, los entornos residenciales en los que el individuo y las familias se encuentran inmersos también pueden constituir un factor de riesgo que amenaza el ajuste del adolescente y que, por tanto, hay que incorporar en las estrategias de intervención y prevención del riesgo psicosocial.

Hay que trabajar en la comprensión de la influencia conjunta de las variables familiares y del contexto residencial en el desarrollo psicosocial de los adolescentes. La combinación de medidas objetivas y subjetivas, la incorporación de otras características y procesos en los vecindarios (características estructurales y culturales, eficacia colectiva, etc.), la incorporación de otras fuentes de influencia como los iguales, permiten conocer mejor el funcionamiento de los predictores individuales, familiares y contextuales del ajuste psicosocial de niños y adolescentes.

En este contexto el Coach de Familia desarrolla una muy importante función en cuanto trabaja como un igual con los grupos, un acompañante, un guía de vida, para que el adolescente se descubra y sea feliz eliminando todos aquellos comportamientos y conductas que le son nocivas; pero este trabajo se tiene que desarrollar implicando a todos en el proceso de cambio (familia, educadores, amigos (grupo).  El adolescente además debe de conocer la máxima que dice “si quieres cambiar tu mundo el primero que debes cambiar eres tú”.