El Duelo: Etapas
hacia la Superación de una Pérdida. Por Olga Sanz Psicogerontóloga
Cuando recibimos la noticia de que alguien muy cercano a
nosotros acaba de fallecer, se disparan multitud de sentimientos y emociones,
muchas de ellas a veces contradictorias y ocurre que debido al impacto de la
noticia, esas emociones se confunden entre si y nos confunden a nosotros
mismos, haciendo que el dolor sea extremo. La certeza de saber que no
volveremos a hablar con esa persona nos hace sentir un profundo pesar, nos
hacemos preguntas sin sentido y tratamos de encontrar respuestas en vano.
Como todas las emociones, las que surgen a raíz de un
fallecimiento también son cambiantes y se puede trabajar en ellas para evitar
que destruyan por completo nuestro día a día. El dolor ocasionado por la
separación siempre va a estar ahí, de eso no hay duda, pero se trata de ajustar
esa pieza llamada dolor y encajarla de una manera más saludable en el puzzle de
nuestra vida.
El proceso en el que estas emociones van evolucionando se
llama “proceso de duelo” y existen numerosas investigaciones
sobre cómo funciona dicho proceso en el ser humano. Evidentemente no supone un
esquema rígido e inequívoco, sino que es mas bien una sucesión de fases por las
que la persona suele ir pasando cuando su organismo trata de adaptarse a la
nueva circunstancia.
Se habla de elaboración del duelo cuando ya
se acepta la pérdida como algo natural y el recordar no causa un dolor extremo.
El expresar abiertamente la pena que se siente resulta algo positivo y deseable
y supone una buena salida psicológica en términos de la elaboración del proceso
de duelo. Como todo proceso, el duelo cursa diferentes etapas y
en general, la mayoría de los estudios coinciden en que el duelo se desarrolla
en cuatro etapas dinámicas:
1. “Incredulidad, impacto, perplejidad o Shock”: Esta
etapa se inicia cuando nos enfrentamos por primera vez a la noticia de la
muerte. La sensación de desconcierto es profunda. Puede prolongarse desde
minutos, días y hasta seis meses. La persona que acaba de recibir la
información se intenta defender del impacto de la noticia, se enfrenta a una
realidad que no logra comprender y que capta toda su atención, por lo que el
consuelo de los demás, en este momento, no será bien recibido en general.
Experimenta sentimientos de pena y dolor, incredulidad y confusión. También es
común presentar en esta fase trastornos del apetito por defecto o por exceso,
así como nauseas e insomnio.
Es una fase de negación, confusión absoluta, la persona se
siente paralizada y tiene el deseo de salir corriendo hacia un lugar donde esto
no esté pasando, cree en la fantasía de despertar y que todo haya sido un
sueño. Es la propia persona que está sufriendo el dolor por la pérdida quien
debe verificar y confrontar la realidad. No debemos sobreproteger a esa persona
y dárselo todo hecho, pero no hay que forzarle a realizar actividades que no
quiere realizar, ni tampoco hay que dejarle en un reposo absoluto por un tiempo
prolongado. Cuanto menos dure esta etapa, más saludable será el duelo.
Para ayudar a una persona que se encuentra en este primer
momento podemos intentar que tome pequeñas decisiones y que se involucre en
conversaciones. Se trata de colaborar, en la medida de la posible, en que la
persona salga progresivamente del shock en el que se encuentra inmersa y
comience a ver la realidad a la que debe enfrentarse.
2. “Rabia y Culpa”: Es común que la
persona sienta una angustia intensa, acompañada de un desorden emocional. La
muerte ya ha sido aceptada como un hecho real. Comienza un proceso de búsqueda
de quien ya no está y se empiezan a expresar los sentimientos. La persona que
sufre, en este momento, suele realizar grandes esfuerzos por tomar contacto con
el fallecido pues la añoranza está muy presente.
A menudo ocurre que los sentimientos que se desencadenan no
son de naturaleza positiva, pues se siente culpa por no haber
pasado más tiempo con la persona que se ha ido, por no haber hablado con ella
de algo en concreto, por no haberse despedido de una forma más íntima,
etc. En esta fase es muy importante que se hable mucho con la persona en duelo,
fomentar que se exprese y se desahogue, que se le facilite la palabra para que
veamos cómo se siente y qué cosas necesita decir.
En terapia de duelo se utiliza mucho el recurso de invitar a
la persona a escribir una carta dirigida a su ser querido que ya no está, una
carta en la que abra su corazón y detalle sus sentimientos, diga todo lo que le
hubiera gustado decir, se disculpe por las cosas que quedaron pendientes en
caso de que existan y recuerde los acontecimientos mas bonitos que vivió junto
a ella.
3. “Desorganización del Mundo, Desesperación y
Retraimiento”: Se le llama la etapa de verdadera tristeza. Esta
etapa, en muchos casos, puede durar hasta dos años. Se intensifica la pena y el
llanto. Surgen los sentimientos de culpabilidad, resentimiento, soledad,
añoranza y auto reproche. El resentimiento impide la readaptación a la nueva
realidad y se tienen comportamientos o conductas no meditadas.
Es habitual en estos momentos del proceso de duelo soñar con
el fallecido, retirarse socialmente, los suspiros constantes, la hiperactividad
y algunas conductas como frecuentar los mismos lugares que visitaba la persona
fallecida. Se perciben sensaciones físicas, como el estómago vacío,
hipersensibilidad a los ruidos, vivencias de despersonalización, sensación de
ahogo y cansancio. También ocurren pensamientos de preocupación, presencia del
fallecido, alucinaciones visuales y auditivas, los sentimientos de indefensión
se vuelven más intensos.
4. “Reestructuración del mundo,
Reorganización y Aceptación”. La reestructuración puede durar
incluso algunos años. La persona toma conciencia de la pérdida, acepta el vacío
y lo incorpora como una ausencia presente. Reaparece la paz y el sentido de
vivir y se atenúan las emociones y sentimientos. Vuelve a sentir la calidez de
quienes le rodean. Comienza a tener una visión más realista del ser perdido,
sin idealizar tanto ni tener tan presentes los recuerdos que implican culpa o
reproches. Tiene como consecuencia el establecimiento de nuevas relaciones.
¿Cuál es el tratamiento para avanzar en el proceso e
intentar superar la pérdida de un ser querido?: El tratamiento no consiste en
una sucesión de etapas estáticas por las que pasa la persona de forma pasiva y
que simplemente van sucediendo y sobre las que no se tiene ningún control, sino
que existen una serie de tareas que las personas deben esforzarse en acabar y
para lo que la ayuda psicológica puede ser de gran utilidad.
Es decir, el proceso de duelo posee tareas, las cuales deben
llevarse a buen término para desencadenar una buena elaboración de éste:
- Se debe aceptar primero la realidad de la pérdida,
intentar salir del shock inicial, hacernos las preguntas del tipo “¿ha
ocurrido de verdad?”, “¿por qué a mí?” hasta que dejen de tener
sentido para nosotros.
- Luego hay que trabajar las emociones y expresar el
dolor profundo, experimentar en el mas amplio sentido las emociones vinculadas
a la pérdida, identificar las emociones que siento: he tenido una pérdida, “¿Qué
siento? ¿Estoy triste? ¿Por qué estoy triste exactamente? “… o quizás me siento
culpable por algo”. Se trata de dedicar tiempo al dialogo interior.
Muchas personas que se enfrentan a una pérdida lo que hacen
es enseguida tratar de retomar su vida con toda la intensidad de antes, ocultan
sus sentimientos incluso a si mismos y se activan en exceso para continuar como
si nada hubiese ocurrido y esto es un error. Debemos dedicar tiempo a
permanecer en silencio y explorar nuestro interior, tratando de dar salida a
esas emociones que están en nosotros.
Después hay que intentar ajustarse al medio que nos rodea
sin la persona que ya no está, en el sentido de construir una nueva vida
estable y satisfactoria, debemos intentar volver a valernos por nosotros
mismos, igual que hacíamos antes.
Finalmente hay que esforzarse en crear y establecer nuevas
relaciones, trabajar en recuperar la capacidad de trazar nuevos vínculos,
profundos y satisfactorios. No consiste en “renunciar” ni “olvidar” al
fallecido, significa encontrar un lugar para él en nuestra vida emocional, que
nos permita seguir viviendo de manera eficaz en el mundo.
Los duelos patológicos se producen cuando las tareas del
proceso no han sido vividas y finalizadas, cuando el modo de afrontamiento de
una persona consiste en “hacer como si nada hubiera pasado”, “esforzarme
en olvidar cuanto antes” de un día para otro y comportarse con absoluta
normalidad desde el día siguiente, pues bien, desde un punto de visto
psicológico este “modus operandi” no resulta saludable en absoluto y lo
que nos encontramos en terapia a menudo es a personas que, habiendo pasado años
desde que sufrieron una perdida importante, de repente relatan que están
sintiendo que en su vida algo no encaja, que tienen llantos espontáneos e
intensos y una sensación de vacío enorme, ansiedad y problemas de alimentación
y sueño.
Estas personas necesitan dar salida a esas emociones aunque
sea años después, los duelos patológicos se pueden tratar también y evitar o
minimizar que la persona viva con esa carga emocional tan fuerte y tan
arraigada.
Algunos consejos para momentos difíciles: Justo
después de sufrir una pérdida se suelen tomar decisiones muy drásticas, sin
pensar, y suelen ser decisiones erróneas, muy pasionales, es mejor esperar un
tiempo antes de decidir nada.
Cuando alguien te cuenta que acaba de sufrir una pérdida y
te detalla su caso, se le puede agradecer su sinceridad, eso le reconfortará.
Si lo que está ocurriendo es que esa persona te está
diciendo que siente la necesidad de hablar de su pérdida, pon atención para oír
lo que te dice, mas allá de las palabras, céntrate en sus verdaderas
necesidades en ese momento. Atiende a su comunicación no verbal, el lenguaje
del cuerpo, observa la energía de la persona, sus sentimientos y el grado de
congruencia externa.
En las primeras fases de shock, ¿es bueno tomar
pastillas para dormir?: Quizás solo unos días, las pastillas nos impiden
soñar y los sueños facilitan el proceso del duelo.
No hay nada más recomendable en estos casos que compartir el
dolor con nuestros familiares y amigos, reunirnos con ellos y recordar a la
persona ausente con cariño, relatando los acontecimientos más cálidos y creando
nuevos momentos entrañables.
Hay una expresión popular que dice que “el
dolor compartido es menos dolor”, pues bien, como en mi opinión no se
trata de reducir el dolor sino de sentirlo, respetarlo y elaborarlo, yo diría
que “el dolor compartido es mejor dolor”, pues nos une más a los
nuestros y nos ayuda a elaborar nuestro propio proceso interno
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