domingo, 4 de agosto de 2013

LAS ETAPAS DEL DUELO.

El  Duelo: Etapas hacia la Superación de una Pérdida. Por Olga Sanz Psicogerontóloga


Cuando recibimos la noticia de que alguien muy cercano a nosotros acaba de fallecer, se disparan multitud de sentimientos y emociones, muchas de ellas a veces contradictorias y ocurre que debido al impacto de la noticia, esas emociones se confunden entre si y nos confunden a nosotros mismos, haciendo que el dolor sea extremo. La certeza de saber que no volveremos a hablar con esa persona nos hace sentir un profundo pesar, nos hacemos preguntas sin sentido y tratamos de encontrar respuestas en vano.
Como todas las emociones, las que surgen a raíz de un fallecimiento también son cambiantes y se puede trabajar en ellas para evitar que destruyan por completo nuestro día a día. El dolor ocasionado por la separación siempre va a estar ahí, de eso no hay duda, pero se trata de ajustar esa pieza llamada dolor y encajarla de una manera más saludable en el puzzle de nuestra vida.
El proceso en el que estas emociones van evolucionando se llama “proceso de duelo” y existen numerosas investigaciones sobre cómo funciona dicho proceso en el ser humano. Evidentemente no supone un esquema rígido e inequívoco, sino que es mas bien una sucesión de fases por las que la persona suele ir pasando cuando su organismo trata de adaptarse a la nueva circunstancia.
Se habla de elaboración del duelo cuando ya se acepta la pérdida como algo natural y el recordar no causa un dolor extremo. El expresar abiertamente la pena que se siente resulta algo positivo y deseable y supone una buena salida psicológica en términos de la elaboración del proceso de duelo. Como todo proceso, el duelo cursa diferentes etapas y en general, la mayoría de los estudios coinciden en que el duelo se desarrolla en cuatro etapas dinámicas:
1. “Incredulidad, impacto, perplejidad o Shock”: Esta etapa se inicia cuando nos enfrentamos por primera vez a la noticia de la muerte. La sensación de desconcierto es profunda. Puede prolongarse desde minutos, días y hasta seis meses. La persona que acaba de recibir la información se intenta defender del impacto de la noticia, se enfrenta a una realidad que no logra comprender y que capta toda su atención, por lo que el consuelo de los demás, en este momento, no será bien recibido en general. Experimenta sentimientos de pena y dolor, incredulidad y confusión. También es común presentar en esta fase trastornos del apetito por defecto o por exceso, así como nauseas e insomnio.
Es una fase de negación, confusión absoluta, la persona se siente paralizada y tiene el deseo de salir corriendo hacia un lugar donde esto no esté pasando, cree en la fantasía de despertar y que todo haya sido un sueño. Es la propia persona que está sufriendo el dolor por la pérdida quien debe verificar y confrontar la realidad. No debemos sobreproteger a esa persona y dárselo todo hecho, pero no hay que forzarle a realizar actividades que no quiere realizar, ni tampoco hay que dejarle en un reposo absoluto por un tiempo prolongado. Cuanto menos dure esta etapa, más saludable será el duelo.
Para ayudar a una persona que se encuentra en este primer momento podemos intentar que tome pequeñas decisiones y que se involucre en conversaciones. Se trata de colaborar, en la medida de la posible, en que la persona salga progresivamente del shock en el que se encuentra inmersa y comience a ver la realidad a la que debe enfrentarse.
2. “Rabia y Culpa”: Es común que la persona sienta una angustia intensa, acompañada de un desorden emocional. La muerte ya ha sido aceptada como un hecho real. Comienza un proceso de búsqueda de quien ya no está y se empiezan a expresar los sentimientos. La persona que sufre, en este momento, suele realizar grandes esfuerzos por tomar contacto con el fallecido pues la añoranza está muy presente.
A menudo ocurre que los sentimientos que se desencadenan no son de naturaleza positiva, pues se siente culpa por no haber pasado más tiempo con la persona que se ha ido, por no haber hablado con ella de algo en concreto, por no haberse despedido de una forma más íntima, etc. En esta fase es muy importante que se hable mucho con la persona en duelo, fomentar que se exprese y se desahogue, que se le facilite la palabra para que veamos cómo se siente y qué cosas necesita decir.
En terapia de duelo se utiliza mucho el recurso de invitar a la persona a escribir una carta dirigida a su ser querido que ya no está, una carta en la que abra su corazón y detalle sus sentimientos, diga todo lo que le hubiera gustado decir, se disculpe por las cosas que quedaron pendientes en caso de que existan y recuerde los acontecimientos mas bonitos que vivió junto a ella.
3. “Desorganización del Mundo, Desesperación y Retraimiento”: Se le llama la etapa de verdadera tristeza. Esta etapa, en muchos casos, puede durar hasta dos años. Se intensifica la pena y el llanto. Surgen los sentimientos de culpabilidad, resentimiento, soledad, añoranza y auto reproche. El resentimiento impide la readaptación a la nueva realidad y se tienen comportamientos o conductas no meditadas.

Es habitual en estos momentos del proceso de duelo soñar con el fallecido, retirarse socialmente, los suspiros constantes, la hiperactividad y algunas conductas como frecuentar los mismos lugares que visitaba la persona fallecida. Se perciben sensaciones físicas, como el estómago vacío, hipersensibilidad a los ruidos, vivencias de despersonalización, sensación de ahogo y cansancio. También ocurren pensamientos de preocupación, presencia del fallecido, alucinaciones visuales y auditivas, los sentimientos de indefensión se vuelven más intensos.
4. Reestructuración del mundo, Reorganización y Aceptación”. La reestructuración puede durar incluso algunos años. La persona toma conciencia de la pérdida, acepta el vacío y lo incorpora como una ausencia presente. Reaparece la paz y el sentido de vivir y se atenúan las emociones y sentimientos. Vuelve a sentir la calidez de quienes le rodean. Comienza a tener una visión más realista del ser perdido, sin idealizar tanto ni tener tan presentes los recuerdos que implican culpa o reproches. Tiene como consecuencia el establecimiento de nuevas relaciones.
¿Cuál es el tratamiento para avanzar en el proceso e intentar superar la pérdida de un ser querido?: El tratamiento no consiste en una sucesión de etapas estáticas por las que pasa la persona de forma pasiva y que simplemente van sucediendo y sobre las que no se tiene ningún control, sino que existen una serie de tareas que las personas deben esforzarse en acabar y para lo que la ayuda psicológica puede ser de gran utilidad.
Es decir, el proceso de duelo posee tareas, las cuales deben llevarse a buen término para desencadenar una buena elaboración de éste:
- Se debe aceptar primero la realidad de la pérdida, intentar salir del shock inicial, hacernos las preguntas del tipo “¿ha ocurrido de verdad?”, “¿por qué a mí?” hasta que dejen de tener sentido para nosotros.
- Luego hay que trabajar las emociones y expresar el dolor profundo, experimentar en el mas amplio sentido las emociones vinculadas a la pérdida, identificar las emociones que siento: he tenido una pérdida, “¿Qué siento? ¿Estoy triste? ¿Por qué estoy triste exactamente? “… o quizás me siento culpable por algo”. Se trata de dedicar tiempo al dialogo interior.

Muchas personas que se enfrentan a una pérdida lo que hacen es enseguida tratar de retomar su vida con toda la intensidad de antes, ocultan sus sentimientos incluso a si mismos y se activan en exceso para continuar como si nada hubiese ocurrido y esto es un error. Debemos dedicar tiempo a permanecer en silencio y explorar nuestro interior, tratando de dar salida a esas emociones que están en nosotros.
Después hay que intentar ajustarse al medio que nos rodea sin la persona que ya no está, en el sentido de construir una nueva vida estable y satisfactoria, debemos intentar volver a valernos por nosotros mismos, igual que hacíamos antes.
Finalmente hay que esforzarse en crear y establecer nuevas relaciones, trabajar en recuperar la capacidad de trazar nuevos vínculos, profundos y satisfactorios. No consiste en “renunciar” ni “olvidar” al fallecido, significa encontrar un lugar para él en nuestra vida emocional, que nos permita seguir viviendo de manera eficaz en el mundo.
Los duelos patológicos se producen cuando las tareas del proceso no han sido vividas y finalizadas, cuando el modo de afrontamiento de una persona consiste en “hacer como si nada hubiera pasado”, “esforzarme en olvidar cuanto antes” de un día para otro y comportarse con absoluta normalidad desde el día siguiente, pues bien, desde un punto de visto psicológico este “modus operandi” no resulta saludable en absoluto y lo que nos encontramos en terapia a menudo es a personas que, habiendo pasado años desde que sufrieron una perdida importante, de repente relatan que están sintiendo que en su vida algo no encaja, que tienen llantos espontáneos e intensos y una sensación de vacío enorme, ansiedad y problemas de alimentación y sueño.
Estas personas necesitan dar salida a esas emociones aunque sea años después, los duelos patológicos se pueden tratar también y evitar o minimizar que la persona viva con esa carga emocional tan fuerte y tan arraigada.
Algunos consejos para momentos difíciles: Justo después de sufrir una pérdida se suelen tomar decisiones muy drásticas, sin pensar, y suelen ser decisiones erróneas, muy pasionales, es mejor esperar un tiempo antes de decidir nada.
Cuando alguien te cuenta que acaba de sufrir una pérdida y te detalla su caso, se le puede agradecer su sinceridad, eso le reconfortará.
Si lo que está ocurriendo es que esa persona te está diciendo que siente la necesidad de hablar de su pérdida, pon atención para oír lo que te dice, mas allá de las palabras, céntrate en sus verdaderas necesidades en ese momento. Atiende a su comunicación no verbal, el lenguaje del cuerpo, observa la energía de la persona, sus sentimientos y el grado de congruencia externa.
En las primeras fases de shock, ¿es bueno tomar pastillas para dormir?: Quizás solo unos días, las pastillas nos impiden soñar y los sueños facilitan el proceso del duelo.
No hay nada más recomendable en estos casos que compartir el dolor con nuestros familiares y amigos, reunirnos con ellos y recordar a la persona ausente con cariño, relatando los acontecimientos más cálidos y creando nuevos momentos entrañables.
Hay una expresión popular que dice que el dolor compartido es menos dolor, pues bien, como en mi opinión no se trata de reducir el dolor sino de sentirlo, respetarlo y elaborarlo, yo diría que “el dolor compartido es mejor dolor”, pues nos une más a los nuestros y nos ayuda a elaborar nuestro propio proceso interno


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